La Alianza Rebelde Investiga (ARI) identificó una red de tráfico de drogas que opera en más de cinco países y tres continentes. Un equipo de periodistas en Francia, Brasil y Venezuela conectaron las piezas que muestran el patrón de una estructura criminal que utiliza a venezolanos para llevar cocaína a Europa.

La organización está liderada por nigerianos y opera desde Brasil. Captan a venezolanos pobres y vulnerables, entre ellos mujeres migrantes.

Esta investigación cuenta las historias de tres venezolanos que sucumbieron ante el grupo delictivo, y recurre a distintas narrativas: cómic, reportaje, video y crónica

“La comida, la comida es la razón por la estoy aquí. Por la comida decidí hacer el viaje. Estaba pasando por una situación muy difícil”, dijo Marvin*, un caraqueño con tres hijos pequeños, a quien le ofrecieron US$5.000 por llevar la droga a Francia.

La detención de dos venezolanos en París a comienzos de 2020, por llevar casi 200 dediles con cocaína, puso en la mira la existencia de una red de “mulas” de la droga que conecta a Venezuela, Brasil, Guyana Francesa, Europa y África.

Marvin reveló –en una entrevista con periodistas de ARI en París– que la operación que lo llevó a ese país europeo está liderada por nigerianos.

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Su caso es una muestra de cómo la emergencia humanitaria compleja de Venezuela, que tiene en la pobreza extrema a 80 % de la población, se ha convertido en un atractivo para las organizaciones de crimen organizado transnacional.

Se ha hecho común que los venezolanos sean reclutados por grupos guerrilleros colombianos, bandas de narcotraficantes brasileños o redes mexicanas de trata de personas. Pero la presencia de una mafia nigeriana en este ecosistema de “pirañas” criminales, que rondan a los venezolanos vulnerables, es sin duda un hallazgo llamativo.

Un equipo de ARI en Brasil identificó algunas conexiones de la red de narcotraficantes con Venezuela. El nigeriano cabecilla de la organización en Boa Vista, Kevin Muroof Ezequiel Salami vivió en Venezuela. Es dueño del hotel Acceso Rápido, el establecimiento usado para albergar y preparar a los pasantes de droga. En ese lugar trabajan varios venezolanos. Este hombre además es pastor y presidente de una iglesia evangélica conectada con el hotel.

Otro nigeriano que controla la operación en Suriname, de nombre Mike, vivió en la parroquia La Pastora, en Caracas.

El equipo de ARI supo que hay, al menos, 3 iglesias evangélicas nigerianas en Caracas. Una de las más activas está en la avenida Lecuna y recibe decenas de venezolanos. Los domingos después del servicio dan comida, y los martes el acto religioso es solo para mujeres. No se encontró ninguna relación entre esta iglesia y el grupo criminal que opera en el exterior.

Por otra parte, reportes de la Comunidad de Policías de América (Ameripol) registran que distintas bandas delictivas de África Occidental, generalmente lideradas por nigerianos, se han establecido en el tráfico de cocaína en muchos países de Europa Occidental. Algunos grupos también se han asentado en Brasil para exportar la droga a África y Europa.

Un informe de FLACSO publicado en la Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad en 2019, señala que los grupos nigerianos exportan cerca de 90% de los envíos de cocaína por “mulas” o correos de Brasil hacia África.

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Aunque el tráfico de drogas de forma intraorgánica es una práctica casi olvidada por los grandes carteles –que ahora utilizan embarcaciones, narcosubmarinos y aviones–, esta modalidad sigue siendo empleada por estructuras criminales pequeñas, pero muy poderosas, que aprovechan la vulnerabilidad de los potenciales “pasantes de droga”.

Esta situación de precariedad convierte también a los migrantes venezolanos en presas apetecibles para estas redes de narcotraficantes, más aún si se trata de mujeres. Es el caso de Alba*, quien llegó a Boa Vista con sus tres hijos buscando mejores condiciones de vida. 10 días después no tenía dinero para pagar la renta, el dueño del hotel donde se hospedaba, un nigeriano, le propuso un viaje –similar al que realizó Marvin– para solventar su situación económica.

La preparación de la mujer, de 42 años, debía comenzar en el hotel Acceso Rápido, propiedad del nigeriano que es pastor y estuvo en Venezuela. Por allí también pasaron Marvin y Joe, los dos venezolanos arrestados en París.

Los tres venezolanos protagonistas de esta historia no se conocen. Es probable que por las fechas de sus viajes hayan coincidido en algún punto del recorrido en Brasil, Surinam, Guayana Francesa o París. El equipo de ARI ubicó a cada uno en el proceso de esta investigación y cambió sus nombres para no ponerlos en peligro, pues la estructura criminal sigue activa.

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