En la acostumbrada tertulia mañanera mi vecino me decía: “No tenemos DirecTV, no tenemos trabajo, no tenemos nada qué hacer y, si nos quedamos en la casa, vamos acabar con el poquito de comida que queda en la nevera”.
Esos eran los argumentos que esgrimía para luego invitarme cordialmente a que lo acompañara hacer la cola para la gasolina. De verdad no estaba muy convencido, pero al final accedí. Me dijo entonces: “Nos vamos esta noche como las 8”. Y así fue. Nos preparamos con un termo de café, unos pancitos y un potecito con agua.
Al llegar a la cola entendimos que muchos habían pensado como nosotros y que la noche seria larga.
Hicimos muchos amigos. Hablamos de política y de mujeres, tomamos café, nos comimos los panes, dormimos por turnos, empujamos carros, hasta llegamos acordar lo primero que haríamos cuando esta tormenta terminara.
Regresamos a la casa al día siguiente como las 4 de la tarde sin haber logrado echar gasolina. En el camino no cruzamos palabra. Al llegar, el siempre optimista de mi vecino alcanzó a decirme, en voz baja, que no todo se había perdido: por lo menos lo menos nos ahorramos la comida de la nevera.
JOSÉ MODICA