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viernes, 29 marzo, 2024

El mercado como bien público

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Por Eugenio Guerrero

Desde que el marxista Werner Sombart popularizó la palabra “capitalismo” a inicios del siglo XX, aquel “amplio orden de cooperación voluntaria” que significa el mercado libre, quedó esterilizado en su imagen pública respecto de su moralidad. La búsqueda urgente de los socialistas para hacer ver al mercado como epicentro de cosificación y banalización del mundo por lo puramente material les permitió una arremetida contra lo que, en rigor, podría ser considerado el bien público por excelencia.

A esto apunta el interesante artículo académico del cientista político chileno Jorge Gómez Arismendi, el cual recomiendo a los lectores, titulado “El mercado como bien público”, publicado recientemente en la prestigiosa revista Procesos de Mercado (Vol. XV). En la línea de Smith, Hayek y Kirzner, define el mercado no en términos de la pura transacción coyuntural sino más bien como una “estructura espontánea y dinámica de intercambios” (p. 121) en la cual, en un proceso del surgimiento de reglas generales e impersonales de interacciones pacíficas, la cooperación social es el mecanismo efectivo civilizatorio donde estriba la mejoría sin precedentes de la humanidad.

Ese entramado eficiente de valoraciones intersubjetivas al que llamamos mercado “trasciende los procesos productivos e institucionales contingentes” (p. 137) y caracteriza en su interior por una red de confianza mutua, libertad de elegir y el respeto a la propiedad privada; éstos, sus puntos neurálgicos de funcionamiento y estabilidad.

El nobel de economía, Friedrich von Hayek, sería de los primeros pensadores en definir al mercado en términos de “bien público” explicando, en sus “Principios de un orden social liberal“, que, el “orden de mercado (…) se basa no sobre objetivos comunes, sino sobre la composición de objetivos diversos en beneficio recíproco de sus miembros”. Es por ello que el concepto de bien público de una sociedad no “puede definirse como una suma de resultados particulares conocidos” sino más bien como un “orden abstracto que en su conjunto no está orientado en ningún fin particular, sino que simplemente da a cualquier miembro (…) la mejor oportunidad de usar con éxito su propio conocimiento para sus fines”.

En tal sentido, apunta también Arismedi, este bien público se constituye en un “proceso dinámico de ganancias mutuas” (p. 124). En un orden social con libre mercado, disfrutamos no solo de la ventaja de ser productores especialistas y consumidores generalistas, es decir, producimos cosas específicas, pero consumimos mucho más allá de lo que producimos gracias al trabajo cooperativo de otros tantos millones de individuos que ni conocemos, pero sirven a la humanidad persiguiendo cada quien sus fines personales; sino también, cuando son las valoraciones subjetivas en libertad las que rigen el proceso de mercado, es el consumidor quien dirige el rumbo de la producción. Esta característica del capitalismo es fundamental para el progreso de la humanidad y su bienestar. Pudimos pasar de una sociedad tribal a una avanzada, gracias a esa capacidad de usar y disponer el fruto del esfuerzo personal.

En términos políticos, y como sostiene Angelo Panebianco, “la presencia de la propiedad privada y el mercado libre es la principal condición para impedir que el poder político se vuelva tiránico y devore las libertades individuales”. A medida que la producción y los recursos están en manos de cada vez más numerosos emprendedores privados y los intercambios se hacen en un entorno libre donde los derechos de propiedad son respetados, se le impide al poder político tiranizar a la sociedad.

Todo esfuerzo emanado del poder burocrático en impedir la libre empresa no sólo es un esfuerzo inútil enmarcado en la pretensión de conocer aquella información dinámica, subjetiva y dispersa que no está a disposición de algún particular; sino también, como apunta Arismendi, “no favorecen el apoyo mutuo ni la ética entre los sujetos, sino que tienden a disminuir tales elementos, afectando los niveles de cooperación social, la productividad, los niveles de inversión y por tanto, la calidad de los empleos en ingresos” (p. 142).

Entender al mercado como aquel bien público (lo cual no es lo mismo, en estos términos, que bien estatal) por excelencia, se hace fundamental para la futura recuperación de Venezuela. Expulsar al poder político de los dominios de una sociedad civil libre es tarea vital para garantizar un futuro prometedor.

Eugenio Guerrero, investigador de Cedice Libertad
@GuerreroEugenio

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