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jueves, 28 marzo, 2024

Caraqueños aprovechan el apagón para descansar y compartir con la familia

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Caracas.- Angy Hernández se acuesta a dormir siempre que se va la luz, así evita sentir más rabia. Como no puede abrir su agencia de loterías, debe quedarse en casa. Ya ni siquiera maldice a Nicolás Maduro, tampoco piensa en él. Piensa en sus hijos, que tienen 20 años fuera del país.

Ella vive en la parroquia Altagracia, justo detrás del Palacio de Miraflores, lo único que siempre permanece iluminado, incluso, durante las noches más oscura de los apagones que han afectado al país en el mes de marzo.

El pasado lunes 25, una falla en el Sistema Eléctrico Nacional (SEN), en Bolívar, afectó a 17 de los 23 estado del país. Delcy Rodríguez anunció la suspensión de las actividades laborales y escolares entre el martes y miércoles.


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Nicolás Maduro volvió a insistir en comprar velas y una radio pequeña que funcione con baterías; Angy se niega a acostumbrarse a comer a la luz de las velas y de enterarse de todo a través de un aparato que dejó de usar hace años.

“A mis 67 años, nunca me imaginé vivir de esta forma”, se queja. Sin luz, sin agua, sin señal, lo que hace es descansar, cuando la angustia se lo permite, jugar algún pasatiempo o hablar con su vecina.

No quiere tener que adaptarse, pero siente que, poco a poco, la gente se ha ido resignando a las penumbras. José Torres y Angélica Soto también piensan que los venezolanos se están adaptando. Aunque ellos utilizan el blackout para pasar tiempo con su hija que está en primer grado y los días sin clases son tan aburridos, según su papá, que la llevan desde La Campiña, en donde viven, hasta el Bulevar de Sabana Grande; y caminan, porque es lo único que pueden hacer.

En medio de la contingencia, muchos aprovechan el tiempo libre para descansar y pasar tiempo con la familia | Fotos: Ronald E. Peña

Además, aprovechan las tardes para hacer tareas. La pérdida de clases preocupa a los padres. Como José y Angélica, Miriam Herrera califica los días no laborables como un atraso para su hijo. Mientras no hay luz, el niño pinta, dibuja y juega con sus primos en su casa en La Guaira, estado Vargas.

Ella también pierde. Cada mañana se dedica a confeccionar calzado, cose más o menos 300 cortes a la semana, pero si no hay electricidad, por supuesto, no puede utilizar las máquinas. Una semana sin trabajar significan 150.000 bolívares que no ganará.

Lo que ha hecho durante los apagones es esperar y respirar para no perder la calma. En la parroquia La Pastora, varios pasan el día en la plaza, conversan o simplemente contemplan.

“Nada, no hay nada que hacer. Aquí lo que tú ves es gente triste, cabizbaja”, cuenta Enrique Rodríguez. Él vive en el sector San Ruperto y cada día sale a vender chucherías, aunque durante las fallas eléctricas, prefiere quedarse cerca de casa por seguridad.

Su sobrino, David Hernández, lo acompaña algunas tardes, aunque vive en El Paraíso. Trabaja en un café en el municipio Chacao; con la falta de electricidad, ya considera perdida esta semana. Él solo se queda en casa:

“No provoca ni salir. Uno lo que hace es quedarse encerrado”. Leormi Vincent vive en Chacao y tampoco sale porque teme que pase algo mientras está fuera. Ha ido a su trabajo los días del apagón y los dos han regresado a casa sin nada que hacer, porque sin agua tampoco puede limpiar ni lavar ropa. Tampoco tiene ánimos de mucho: “No solo yo, la gente, en mi calle, está cansada, desanimada”. Aunque no todo es malo, los días de asueto obligado le han servido para leer y jugar con sus dos niños.

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