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viernes, 29 marzo, 2024

Diego Arroyo Gil, el narrador omnisciente

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El autor, que ha popularizado la técnica de testimonios en primera persona gracias a La señora Ímber, presentó el año pasado su sexto libro, dedicado a Osmel Sousa como el pilar fundamental del Miss Venezuela en el mundo

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En un principio, el periodista se limita a escuchar, a observar. El acercamiento a ese otro extraño es un procedimiento que se asemeja al del fotógrafo que estudia una especie fantástica antes de retratarla.

Del relato parten las líneas narrativas que servirán para elaborar preguntas sobre temas que el objeto de estudio no tocó, no ha abordado. La tercera y última, las consultas que hace Diego Arroyo Gil al entrevistado si surgen dudas en el transcurso del proceso de escritura.

El inmaculado proceso de entrevistar en primera persona, que consolidó con el éxito de La señora Ímber, encontró un percance cuando Osmel Sousa, el mentado “zar de la belleza”, renunció a la presidencia del Miss Venezuela siete meses antes del lanzamiento de Osmel, un hombre desconocido, donde Arroyo Gil narra en primera persona la transformación de Sousa como el hombre que colocó al Miss Venezuela en la mira del mundo.

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–¿Se imaginó usted que algo así podría pasar durante la escritura de Osmel, un hombre desconocido?

En un momento, durante el proceso de escritura, me comentó: “Niño, ¿pero por dónde vas tú? ¡Vas muy rápido! Va a pasar algo muy importante que tienes que incluir en el libro. Yo me imaginé que era un contrato en Miami, nunca que iba a renunciar a la presidencia del Miss Venezuela. Su decisión me obligó a reconsiderar no sólo el trabajo sino el punto de vista desde el cual yo estaba escribiendo: el relato está concebido en primera persona, es Osmel hablando presidente del Miss Venezuela. No es cualquier cosa que pase de presidente a ex presidente, nadie se imaginó nunca que él renunciaría. Aquí todos pensamos que Osmel saldría de una urna desde la quinta rosada hasta el cementerio del este. No fue así.

–¿Sabía Sousa que renunciaría a la presidencia del Miss Venezuela cuando usted decidió hacer un libro sobre su vida?

Creo que Osmel había considerado la posibilidad de salir del Miss Venezuela pero no había tomado la decisión. No creo que haya sido un cálculo. No hubiese pensado en un libro, porque una persona que viene de un mundo tan distinto nunca hubiese pensado en un libro sino en otra cosa. Además, si hubiese tenido un interés oculto habría estado más pendiente de mi trabajo mientras yo estaba escribiendo, cosa que no fue así. Eso es algo que agradezco porque significa que fue respetuoso con mi proceso.

–¿Tiene alguna fórmula para escoger a sus entrevistados?

No puedo decir que los he escogido, sino que por diversas razones hemos llegado a encontrarnos. Cuando me propusieron escribir sobre Osmel dije que no, porque pensaba que su mundo y el mío no tenían mucho que ver, que era ajeno a mis intereses. Siempre me he dedicado más al arte, al periodismo, a la política. Fue Sofía quien me convenció cuando advirtió en mí cierta pedantería, cierto prejuicio, y me dijo: “no seas pendejo. No hay personajes menores sino periodistas menores. El personaje va a ser todo lo importante que tú logres observar y logres transmitir de él”. Al día siguiente llamé a la gerente de mercadeo de Planeta y acepté entrevistarlo. Osmel no sabía nada de esto. Me sorprendió mucho que dijera que sí.

–¿Por qué dijo que sí?

No tengo idea. Creo que él sabía que estaba viviendo una época de cambios, que eventualmente Venezuela había cambiado mucho, y que había llegado la hora de hablar. ¿Qué es lo fascinante de alguien como Osmel Sousa, o como Sofía Ímber? La manera como viven su vida y cómo el azar de la vida va tejiendo un destino con ella, la manera en que funciona una psicología particular en el mundo. Si yo tuviera que describir o definir mi línea de interés sería esa precisamente: cómo una psicología se mueve en el mundo y hace una vida.

| Ronald Peña

–¿Mantiene usted la misma curiosidad por sus anteriores entrevistados?

Claro. Sofía Ímber, por ejemplo. La curiosidad por Sofía no cesa nunca. Tanto, que me he sentido tentado a escribir de nuevo La señora Ímber, porque hubo mucho material de ella que tuve que descartar en la primera edición, tal y como pasó con Osmel. Aunque en su caso, decidí descartar las anécdotas sobre el Miss Venezuela, y lo hice porque de lo contrario el libro se hubiese convertido en un simple anecdotario. Cosa que no quería, ni me interesaba.

–¿Por qué?

Porque no es mi competencia, no me apasiona. Lo que me apasionaba, en el caso de Osmel Sousa, era ponerme en contacto con un personaje tan extraño y fascinante, entrar en su cabeza y entender cómo funciona. Recopilar chismecitos sobre el Miss Venezuela no me interesa; hay gente que ya lo hace. Y me parece muy importante que lo hagan porque al público venezolano le interesa saberlos, enterarse. El Miss Venezuela es un tema referencial de nuestra cultura e idiosincrasia, pero no es de mi interés.

–¿Cuál de sus entrevistados le sigue pareciendo fascinante?

He entrevistado a muchas personas. Pero para libros, todos. Me siguen interesando “la nena” Palacios, Simón Alberto Consalvi, Sofía Ímber, Nelson Bocaranda, Osmel Sousa y Miguel Arroyo. Entre todos, ellos Sofía tiene protagonismo porque fue una figura inesperada en mi vida. Nunca pensé que iba a obsesionarme tanto con su vida y particularmente con ella. He dicho que Sofía era una fuerza de la naturaleza, y no conozco a una persona más compleja que la señora Ímber. Me parece, también, que es un personaje que sigue dando para mucho. De hecho, se está realizando una versión para teatro. Sí. Javier Vidal hizo una adaptación de mi libro para el teatro. Me sorprendió la habilidad y la rapidez con la cual sintetizó 232 páginas en un monólogo de 40. Además, los recursos que utiliza Vidal para mostrar la vida de Sofía Imber hacen que tenga un dinamismo que la hacen espectacular en el sentido estricto de la palabra, entendiendo “espectáculo” en su dimensión teatral. Creo que va a ser muy interesante.

–¿Cómo delimita usted su personalidad y la del entrevistado?

Somos personas ya formadas y tenemos personalidades distintas. Yo no me siento Osmel Sousa cuando escribo sobre Osmel, ni Sofía cuando escribí sobre ella; tampoco me sentí Bocaranda en su momento. Esa frontera está bien establecida. Esta manera de presentar testimonios de vidas ajenas en primera persona debe parecerse un poco a lo que les ocurre a los actores cuando interpretan a un personaje: se meten en la piel del personaje, pero saben que ellos siguen siendo ellos.

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